En él hay que combinar una buena preparación física tanto de tipo anaeróbico como aeróbico, ya que a las acciones explosivas y de gran velocidad hay que añadir una gran resistencia para aguantar la duración de un combate. Durante la Restauración, Carlos II introdujo un cambio radical al descartar el jubón y optar por el chaleco, una prenda que sería el origen del traje masculino; se abrochaba con botones en la parte central delantera y se llevaba con un abrigo hasta las rodillas.