Lo que indudablemente sí sucedió fue la percepción de no contar ya con la opinión pública. Nótese que hasta finales del siglo XIX estas técnicas eran enseñadas sin entrar en combate activo, pues varias de estas (como las luxaciones a las rodillas, a la cadera, el cuello o a la columna) se consideraban demasiado peligrosas para ser incluidas en un formato deportivo. El vestido femenino se componía de taparrabos y strophium -antecedente del sujetador-, sobre el que iban dos túnicas, la subúcula, larga hasta los pies y sin mangas, y el supparum, túnica corta semejante al quitón griego, que podía sustituirse por la stola, túnica de mangas cortas, o la palla, chandal del barça un paño rectangular sujeto al hombro por fíbulas.