Tras la muerte de este último no volverá a llamarse a ningún foráneo como pintor a España, lo que Tomlinson (1993) denomina «nacionalización de la pintura española bajo Carlos III». Todo este movimiento culminó en el Motín de Esquilache, con lo que los españoles ilustrados fueron poco a poco desplazando a los franceses. En 1782 hubo un breve intento por poner la fábrica de tapices en manos de artesanos españoles.